“Yo parezco un
maestro de escuela que repite mucho. ¿Les puedo repetir una cosita en la que
pienso? Yo creo que Colombia la debemos asociar a una casa y en el techo poner
una palabra: ‘confianza’; que todo el mundo tenga confianza en Colombia, que
los viejos digan: ‘viví feliz en mí país; voy a morir feliz en mí país’. Que
los muchachos digan: ‘tengo confianza que mis ilusiones se van a cumplir en mí
país’. Que las madres comunitarias digan: ‘tengo confianza que mi país
gradualmente va atendiendo nuestros reclamos’. Que los desempleados digan:
‘este país está mejorando, va a llegar una oportunidad’.
‘Confianza’
en el techito colombiano.
Y
tiene esa casa tres pilarcitos: Seguridad Democrática para todos. Que haya
inversión en Colombia; que inviertan los nacionales, que inviertan los
extranjeros; inversión doméstica, inversión internacional. Y que haya política
social. Van relacionados: sin seguridad no hay inversión y sin inversión cómo
crece Colombia."
Esta historia escuelera sintetiza, con el poder de lo
simple, el código genético de la fórmula virtuosa (Seguridad democrática +
confianza inversionista + cohesión social) que llevó a que los colombianos recuperáramos
un activo perdido por más de una década: LA CONFIANZA. Para mantenerla en el
tiempo, esa fórmula virtuosa se ratificó en las urnas no 1 ni 2, sino 3 veces (2002-2006-2010).
La fórmula virtuosa fue considerada por muchos un bien público de lujo que debía
cuidarse como si se tratara de unos frágiles huevitos.
La confianza fue en la última década, y es hoy y será
siempre, el activo político más determinante para engranar al colombiano con
sus instituciones y sus gobernantes en la búsqueda de logros colectivos y metas
nacionales. Es lo que incentiva al inversionista extranjero y doméstico a invertir
en Colombia.
Repasemos: luego de acariciar la condición de estado
fallido hacia 1999, colombianos y extranjeros recuperamos, en una década de
implementación y repetición de aquella fórmula virtuosa, la confianza para
vivir en Colombia, para invertir en Colombia, para trabajar en Colombia, para
todo en Colombia.
La fórmula virtuosa colombiana fue premiada en el
exterior ya bajo la égida y personificación del nuevo encargado de aplicar la
fórmula, el Presidente Santos. Logramos dos íconos del trabajo bien hecho: Grados
de Inversión de las tres principales calificadoras de riesgo en 2011 y Carátula
TIME para el "Colombian
Comeback" a principios de 2012. Todos nos sentimos orgullosos de esos
hitos, demostrativos de un esfuerzo de muchos años.
Dentro y fuera del país se repetía lo
mismo: "Colombia lost investment
grade as a result of its 1999 economic crisis. Wall Street began to see a
turn-around in the country with the 2002 election of Alvaro Uribe, who used
U.S. military aid to beat back
leftist rebels and improve security." Se
confirmaba que la seguridad, como principio democrático, si se cuidaba y
consolidaba así se tuviera que golpear a los narcoguerrileros, sería fuente de más
inversión y más empleos de calidad. Con seguridad habría más libertades, más sensación
de confianza. Sería a la postre, el valor fundante de la prosperidad
democrática que busca el Gobierno Santos.
Sin que aún sea una preocupación en el exterior, entrado
el “Segundo Tiempo” del Gobierno Santos, nuevamente el primer problema para los
colombianos, así el ejecutivo no lo quiera aceptar por algunos registros
estadísticos, es la
inseguridad. Así lo reconfirmó la encuesta Gallup cerrada este 29 de agosto
de 2012.
Y es la creciente percepción de inseguridad, entre otras
incertidumbres generadas por el ejecutivo, lo que ha disparado el deterioro de
la confianza en el cercano futuro de Colombia y explica la baja favorabilidad
del Presidente.
Por lo anterior, Santos tenía una opción obvia, retomar y
reforzar el camino de la seguridad democrática. Era un no-brainer.
Y, ¡oh sorpresa! Luego de una crisis ministerial, deconcertó
al país cuando anunció,
sin que existiesen las condiciones, que buscará la paz con el grupo terrorista
de las FARC, el cartel de
drogas más poderoso e importante del mundo, y la comunidad más
rechazada por la inmensa mayoría de los colombianos.
Ahora las FARC gozan de una buena posición negociadora. Al
iniciar con antelación estas conversaciones que partirán en Noruega el 5 de
octubre próximo, se guardan, con sonrisa, en su bolsillo y para su uso
posterior, la llave que más obsesiona al Presidente Santos: la de su
reelección. Santos sabe que si no se
reelige pasará a la historia de Colombia con mucha pena y poca gloria. Un ridículo
histórico individual que la carátula TIME no le permite.
Las FARC tienen ahora tremendo oxígeno. Pueden recuperar
el espacio y lograr el protagonismo político internacional con la faz de un Robin Hood y pellizcar algo del poco
prestigio local que ya habían perdido. Comprarán con estas conversaciones mucho
tiempo para incrementar sus capacidades militares y aumentan su poder de
negociación -amedrentando con terror a la sociedad civil-. Esto tiene un nombre
simple: el Caguán 2.0.
Colombia ha iniciado el camino de los diálogos de paz con
un impulso exclusivamente electorero y no porque ya sea verificable el cese de
las actividades criminales, en las que se cuente la dejación del negocio del
narcotráfico.
Buscar la paz para resucitar en las encuestas con un
oloroso tufo de grotesca campaña reeleccionista es algo que va en contra de los
que votamos por la consolidación de la fórmula virtuosa.
Con el camino ciego de las negociaciones con las FARC en curso, la
confianza en el Presidente Santos ya no se tiene ni poca ni mucha. Se tiene o
no. Se está o no está.
El problema es que ahora esa desconfianza en la gestión y
ejecución del actual gobierno, que no le da aplicación a la fórmula virtuosa
por la que fue elegido, ha contaminando la confianza en el futuro del país. En suma, ya se hace posible en el horizonte un escenario que nadie tenía en su naipe: un país desconcentrado por el terrorismo, con alta percepción de inseguridad, desacelerado en su economía por el impacto de la crisis financiera internacional, polarizado políticamente a medida que se acercan las elecciones presidenciales y con un Gobierno negando sendas realidades con un discurso proexportoriano de que en Colombia todo está regio. Perdónenme. Por razones de seguridad, tengo tristemente alborotado el Déjà vu.
Dr:Ricardo Duarte Duarte:sí este Dejá Vu,nos preocupa atodos en menor a mayor grado,ese techo para todos un suelo de seguridad democrática,las paredes en la confianza inversionista que asegura el trabajito,nacional o internacional,techo en cohesión social,y ser capitalista con esfuerzo y ahorro emprendimiento se logra,sí el toro es díficil mucho mejor la corrida.Pero cuando cada uno ve a medida el riesgo de pérdida de sus activos bien sean lo que nuestro Señor nos ha dado,y más el sentir la presión de mejor ser Shakiros,pero a la vez cuando el gran Jefe de Estado,pronuncia a ver sí me suena la flauta(será que realizo una profunda meditación y observo que en 25 meses,lo ejecutado a sido por obra y trabajo del patrón del Úberrimo,sí es rural conoce el campo lo respeta,y por este lado el Anapoima Resort(solo urbano),sin ningún tipo de austeridad,creame Juan Pueblo,observa y triste como el indio macairo va a reclamarle y lo devuelven con una herramienta(cantaautor venezolano,en el fondo capitalista),y reflexiona no de imaginarse a los grandes caciques,gamonales,mejor terratenientes,entregando sus años de esfuerzo patrimonio herencia de hijos,eso en cuánto tierra,y en la ciudad empresa y siga el ejemplo del Dictador Expropiese,publiquese,ejecutese y cumplase,por eso Dr.,y muchas razones identifico con su artículo y amigo en común Ayer,hoy y siempre,desafortunadamente mala jugada de quién vende por treinta denarios,a su Maestro.Muchas Gracias
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